Gabriela Albornoz, autora de tajo, libro publicado por Vísceras Editorial en 2020, asistió por segundo año consecutivo a Enjambre, la Feria de Editoriales del Maule. Una instancia fundamental para reunir a la comunidad con los libros e incentivar a la lectura.
Siguen los encuentros literarios tras las celebraciones del mes del libro. Es más, desde el Centro Municipal de Talca, se gestionó una nueva edición de Enjambre, la Feria de Editoriales del Maule, cuyo objetivo es reunir a las editoriales independientes y universitarias de la región. Una instancia fundamental para reunir a la comunidad con los libros e incentivar la lectura.
Dentro de las muchas actividades de la instancia, la poeta Gabriela Albornoz fue invitada a formar parte de la sección de lectura poética.
Albornoz es la escritora de tajo, libro publicado por Vísceras Editorial en 2020. La autora asistió por segundo año consecutivo a Enjambre, donde tuvo la oportunidad de leer su obra y compartir su trabajo, lo cual es de su agrado: “Es un buen ambiente porque todos nos conocemos, es como leer poesía entre amigos, como una especie de reencuentro”.
Menciona, además, que este tipo de actividades gratuitas en las que puede interpretar sus escritos en voz alta, son “una forma de descubrir una especie de velo e invitar a los espectadores a caminar por una habitación íntima, familiar. Es como mostrar un poco esa ‘casa de la cabeza’ de la que habla Mary Ruefle. Soy mediadora de lectura y leer para otros es parte de mi trabajo, pero sin duda, cuando los textos son propios, lo íntimo, ese descubrimiento interno, es mucho más fuerte”.
Luego de algunos años tras la publicación de su poemario tajo, para Gabriela reencontrarse con sus versos es cercano, “porque la acogida a estos poemas siempre ha sido así, cercana. Cargada de emotividad, de recuerdos, compenetrada con la territorialidad”.
También hubo algunas sorpresas: la autora del sello leyó poemas inéditos, en los que se presenta mucho más ese tema de la territorialidad que menciona anteriormente, pero manteniendo ese manto de tragedia y soledad de tajo. Sin dudas, este tipo de actividades son enriquecedoras para el territorio, “una posibilidad de encuentro y actualización de la escritura del Maule. Además de compartir opiniones, visiones y afectos de la literatura y el arte en general”, finalizó.
A continuación, presentamos Aguardiente, uno de los poemas inéditos que Gabriela Albornoz leyó:
Aguardiente
¿Quién puede decir de qué carne he sido hecho?
Cesare Pavese.
El aguardiente, el once letras o el orujo es una bebida casi sagrada en lo profundo del Maule, es el destilado que procede del hollejo de la uva.
Probé mi primer trago de aguardiente como a los 11 años, estaba trabajando con mi papá en unas cabañas en la precordillera, empezó a llover a cántaros y las sábanas de los visitantes estaban en los tendederos. Me empapé, quedé mojada como un pitío, entonces el patrón de mi papá me dio un sorbo de aguardiente, me quemó todo el cuerpo, años después me acordaría de ese momento cuando tuve mi primer orgasmo.
El sexo y el aguardiente tienen esa sofocación delirante, quema la boca y enciende la carne…
Los licoreros que van quedando llegan a producir hasta 25 chuicos, en la precordillera se vende todo, principalmente en el invierno. Se guarda el orujo en los tambores, tienen que ser de cobre puro, se hace hervir, y el vapor recorre una cañería también de cobre que pasa por un estanque de agua fría, y ahí se queda todo el día hasta que va saliendo la condensación del vapor en aguardiente, heladita.
El aguardiente tiene muchos usos, sobre todo para santificar y quitar los malos sabores.
Los mates de calabaza después de ser perforados se curan con aguardiente para quitarle la amargura, un mate bien curado tiene un sabor más intenso.
Lo mismo haría con el cuerpo desnudo de mi amante. Lo bañaría con aguardiente desde el cuello hasta los pies, bebería el destilado de sus hombros, su pecho, su ombligo, sus piernas.
Su cuerpo debe estar amargo de tanto follar con otras mujeres, yo debo purificarlo para así poder entregarme con las piernas abiertas.
Cada vez que el pintor Siqueiros se acostaba con su esposa Blanca Luz Brum, la limpiaba con licor, sabía que tenía muchos amantes y su cuerpo estaba sucio.
El olor a aguardiente es tan fuerte como el olor a sexo, los animales pueden olfatearlo a kilómetros.
Soy una mujer extraña, me crie en la precordillera recogiendo ramitas y viendo a los perros fornicar con sus perras.